Cada persona es un ser único en la historia de la humanidad, con gustos, preferencias, habilidades y personalidades irrepetibles, por ello se afirma rotundamente que debe prevalecer el individuo por encima de la masa para permitir el libre y voluntario intercambio, la cooperación humana dentro de la sociedad civil y alejado de la interferencia estatal como planificador del destino del cuerpo social.
La corrección política que hoy campea libremente en la sociedad que vivimos se presenta como una suerte de moralidad superior que debe imponerse a la fuerza, propone -ante todo- una enorme intolerancia dirigida a reprimir pensamientos, ideas y expresiones que resulten incómodas, razón por la cual deben ser eliminadas y desprestigiar a quien la emite.
Es difícil encontrar o arribar a una definición de qué es políticamente correcto, aunque todos sabemos a qué alude este término. Sin embargo, podemos estimar que es “…un hecho social y lingüístico, un conjunto de comportamientos y actitudes que tienden a minimizar la discriminación de diversos grupos en función de su origen, raza o sexo”[1]. Se trata de un movimiento totalitario e inquisidor que pretende actuar en contra de toda forma de discriminación, invadiendo el lenguaje y la libertad. Aparecen nuevos términos (en realidad eufemismos) para no ofender a ciertos “grupos marginados”, “…la corrección política se propone sustituir términos de la lengua común por denominaciones inéditas, ideadas en los gabinetes del lenguaje políticamente correcto”[2]
Se identifica principalmente por ser difusa en cuánto a quién la promueve, pero además tiene otra característica y es que adicionalmente a la censura, que no permite el libre intercambio de ideas, no se tiene clara cuál es su finalidad, aunque podemos inferir por cómo se presenta que realmente pretende acallar cualquier voz en contra de supuestos grupos vulnerables, pero especialmente de la libertad. El lenguaje tiene un aspecto fundamental, a partir de la palabra comienza la censura para supuestamente proteger esos grupos y minorías, por ello “…en 1991 el Random House Webster’s College Dictionary definía political correctness como la adhesión a una ortodoxia tópicamente progresista en lo tocante especialmente a «race, gender, sexual affinity, or ecology»”[3].
De esa manera es difícil cuestionar el vasto mundo en el que vivimos y asumir posturas propias producto del pensamiento crítico, es una manera de igualar el vocabulario aceptado y las ideas, de que no existan divergencias sino uniformidad, la democracia con ello se afecta seriamente. En concreto, no hay diversidad, pluralidad, ni libertad, se intenta a toda costa no ofender o ser ofendido (por pensar distinto a lo común y aceptado mayoritariamente).
Lo hasta aquí dicho ha supuesto que tengamos que autocensurarnos para evitar ser atacados, incluso nos hemos visto obligados, por considerarlo apropiado o por qué así nos los pide una institución, a utilizar sinónimos socialmente aceptados para no ofender y en algunos casos esos sinónimos desvirtúan la expresión que realmente se quiere decir.
Se ha instaurado una censura basada en delitos de odio, del discurso del odio (hate speech)[4] para no ofender determinados grupos o sectores sin una tipificación clara sobre en qué consiste ese delito, pero que en realidad estigmatizan y penalizan puntos de vista disidentes, no hay una amenaza más clara a la libertad que ésta, de ahí que José Luis Bazán concluya sobre esto lo siguiente: “…no beneficia al bien común social la exclusión de ningún asunto del debate público, la expulsión del disidente mediante su estigmatización, ni la manipulación lingüística que utiliza clichés (v.gr., la retahíla de presuntas «fobias») para mantener el control ideológico del espacio público”[5].
Obsérvese claramente que la idea tras la corrección política, ya no es una protección a secas de un mal manejo hacia todo aquello que afectivamente incomoda, ahora los sistemas legales persiguen que cualquier punto de vista sea acallado, bajo un concepto jurídicamente indeterminado como es el odio. Así, cualquier opinión podría ser penalizada y esto es un aspecto de una gravedad absoluta que no puede pasar por alto. De esa manera claramente la sociedad se divide entre los “sectores vulnerables” a ser objeto del discurso del odio y aquellos que lo pronuncian o son susceptibles de incitar el odio y ser castigados penalmente. Tras todo esto lo que se busca es que la realidad sea interpretada y expresada de una sola manera, la corrección política ha secuestrado la libertad y la capacidad de discernir.
Por otra parte, la corrección política, a partir del lenguaje y las expresiones, intenta hacer prevalecer una visión hegemónica e intolerante de la realidad, haciendo que las personas se agrupen en sectores, grupos y parcelas (colectivos) para así atentar en contra de la individualidad (e incluso la racionalidad) y de ideas contrarias a las que se intenta imponer por fuerza. Aquí es donde se evidencia la total colectivización de la sociedad, lo cual es un atentado adicional en contra de la libertad, como valor fundamental para el progreso en todo sentido de los ciudadanos.
Lo difícil aquí es que la corrección política (y el colectivismo que entraña) no la promueve abiertamente el Estado, pero sí se hace eco de ella al penalizar los tipificados discursos de odio, aceptar el lenguaje inclusivo, censurar a la prensa, personas y medios por promover supuestos mensajes ofensivos, establecer leyes de cuota, discriminaciones positivas, entre otros mecanismos, lo que denota que la libertad está secuestrada o, por lo menos, está siendo seriamente amenazada. Lo que sí resulta claro es que al colectivismo (como corriente política-ideológica) y al Estado le convienen evidentemente que las personas se agrupen por sí mismos, pues así es más fácil intervenir en la tensión corrección política-libertad para favorecer a la primera y poder planificar centralmente todas las actividades de la sociedad.
Las fronteras del individuo se están desdibujando frente a esa colectivización y agrupación de la sociedad. Dejamos de ser personas únicas para convertirnos en un colectivo determinado según nuestras características, ahora somos solamente etiquetas.
Recuérdese que en contraposición al colectivismo que entraña la corrección política, el individualismo nos convierte en seres independientes y autónomos, nos protege del poder del Estado y del ataque de terceros, se apoya primordialmente en la sociedad civil entendida como la organización de todos los intereses personales en juego, de ahí que para alcanzar los fines propuestos por cada ciudadano sea necesaria la cooperación humana. Supone que cada quien alcance sus fines con ayuda de otros seres y que, en un ambiente libre, busque y persiga su propio beneficio. Esas metas superiores las establece la persona, nunca el Estado (que utiliza ilegítimamente la coacción para alcanzar sus fines).
En concreto, la corrección política erosiona al individualismo en el sentido estricto, se nos imponen normas de conducta y moral para defender un bien considerado superior, cual es la capacidad afectiva de grupos y minorías en supuesta desventaja. La libertad y el discernimiento ceden de manera definitiva por una coacción social e incluso estatal (delitos de odio) y lo que se persigue es que la sociedad se colectivice en bandos de los “desprotegidos” (buenos) y los que nos oponemos a la imposición de un nuevo lenguaje y forma de actuar (malos), lo que permite el poder configurador del Estado para proteger pseudo derechos (nuevas necesidades). La justicia pierde su valor clásico de dar a cada quien lo que corresponde y se inclina en favor de estos nuevos grupos creados por una propaganda que atenta contra todo valor que defienden los movimientos libertarios (autonomía, libertad, propiedad, ausencia de planificación e ingeniería social, etc.).
Carlos Reverón Boulton
Nota: Esta publicación se trata de un resumen de la monografía escrita por el autor en la Revista de Derecho Público Nº 165-166 enero/junio 2021. Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2021. Puedes acceder a ella aquí: https://bit.ly/3CW2OGw
[1] Ballester, Manuel. “Lo políticamente correcto o el acoso a la libertad” en Cuadernos de pensamiento político Nº 34. FAES, España, 2012, p. 175.
[2] Ballester Manuel, Ob. Cit., p. 183.
[3] Villanueva, Darío. Morderse la Lengua. Corrección Política y Posverdad. Espasa, Barcelona, 2021, p. 64.
[4] Sobre los delitos de odio recomendamos el video publicado en el canal de YouTube Vitrina Legal: https://youtu.be/iAioxsO5pHY
[5] Bazán, José Luis. Discurso del Odio, Corrección Política y Libertad de Expresión. Nueva Revista. Disponible en: https://www.nuevarevista.net/discurso-del-odio-correcion-politica-y-libertad-de-expresion/
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