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La realidad y mundo para Edmund Husserl: ¿Necesitamos poner todo entre paréntesis?

La fenomenología es la ciencia descriptiva de las esencias de la conciencia pura. Este concepto, aunque abstruso, tiene gran significación para entender la gran obra de Husserl y su evidente influencia en la filosofía contemporánea. Su empresa radicaba en colocar a la filosofía en el lugar del cual había sido desplazada luego de la modernidad, en el que las ciencias naturales la habían reducido a ser un mero predicado, un canto poético, ditirambos que no tenía expresión “útil”, o algún alcance práctico en la vida. Por tal motivo, su tarea era, considero, hilvanar una teoría en la que a partir del método fenomenológico, se le tratara a la filosofía como ciencia: ciencias de las esencias.

En tal sentido, entendemos a la fenomenología como ciencia de las esencias de los fenómenos depurados de sus relaciones con el contexto espacio y tiempo. Esa esencia que es el troquel que contornea la filosofía de Husserl, la define como:

lo que se encuentra en el ser autárquico de un individuo constituyendo lo que él es. Pero todo ‘lo que’ semejante puede ‘trasponerse en idea’. Una intuición empírica o individual puede convertirse en intuición esencial. (Ideación) -posibilidad que por su parte no debe considerarse como empírica, sino como esencial. Lo intuido en este caso es la correspondiente esencia pura o eidos, sea la suma categoría, sea una división de la misma, hasta descender a la plena concreción.

Dichas esencias son dadas a la intuición fenomenológica. La fenomenología, resulta entonces, la ciencia eidética descriptiva de las esencias y de las vivencias de la conciencia pura. Esta conciencia, es el conjunto de todas las vivencias; vivencia intencional, la cual es un acto psíquico que no se agota en un “ser acto” y apunta hacia un objeto. Así las cosas, las vivencias de un objeto son vivencias intencionales. El sujeto aparece como esencialmente remitido al objeto y el objeto como lo dado esencialmente al sujeto puro.

Ahora bien, Husserl lanza una crítica andanada de reproches a la actitud natural de nuestro actual modo de pensar que, a su juicio, deviene de una larga serie de procesos por medio de los cuales la conciencia ha constituido aquellos parámetros de la comprensión del mundo que ahora nos parecen obvios e imprescindibles.

La fenomenología, sobre dicha base, y aquí lo infinitamente trascendental, consiste en poner un paréntesis, conocido como epojé o epoché, en eso que nos parece obvio; vale decir, una suspensión del juicio. Ese colocar en un paréntesis, suspender o desconectar, señala Husserl: “no está ligado al fenómeno del intento de dudar, aun cuando quepa sacarlo con especial facilidad de él, sino que también puede presentarse en otras complexiones, no menos que por sí solo”.

Seguidamente indicaría que hay que desconectar “todas las ciencias referentes a este mundo natural, por sólidas que me parezcan, por mucho que las admire, por poco que piense en objetar lo más mínimo contra ellas; yo no hago absolutamente ningún uso de sus afirmaciones válidas”.

Y, por último sobre este particular, añadiría que deben sucumbir al mismo destino todas las teorías y ciencias que se refieren a este mundo, por estimables que sean y estén fundadas a la manera positivista o de cualquier otra. Con lo cual entre paréntesis “se pone la existencia misma de la conciencia”.

Ahora bien, ese mundo al que alude Husserl, es el conjunto total de los objetos de la experiencia y del conocimiento empírico posible, de los objetos que sobre la base de experiencias actuales son conocibles en un pensar teorético justo. En tal sentido, la fenomenología, a su criterio, no se presupone del mundo natural, ni el sentido común, ni las proposiciones de las ciencias, ni las experiencias psíquicas. Se coloca antes de toda creencia y de todo juicio para explorar lo dado.

Para Husserl, este mundo está persistentemente para el sujeto, para mí, “ahí delante”, yo mismo soy miembro de él, pero no está ·para mí ahí como un mero mundo de cosas, sino, en la misma forma inmediata, como un mundo de valores y de bienes, un mundo práctico; contando los simples actos de yo en que tengo conciencia del mundo al volverme espontáneamente hacia él y aprehenderlo como algo que está inmediatamente ahí delante, están comprendidos en la sola palabra cartesiana: cogito.

La conciencia no aprehende los objetos, pero tampoco constituye lo dado en cuanto objeto de conocimiento: aprehende puras significaciones en cuanto son simplemente dadas y tal como son dadas.

En fenomenología lo noético cumple una función fundamental, por cuanto, produce la reversión de la conciencia hacia sí misma; mediante esta operación se obtiene la conciencia pura, como residuo último de la reducción fenomenológica. Es importante resaltar que, con este ejercicio, el sujeto también termina sucumbiendo a la epojé como sujeto psicofísico, como posición existencial; sólo queda el yo puro, que no es sujeto histórico, sino el foco del haz que son las vivencias. Esto es la conciencia pura o reducida fenomenológicamente.

Señala Husserl que:

Realidad y mundo son justo, aquí rótulos para ciertas unidades de sentido, válidas unidades de ‘sentido’ referidas a ciertos complejos de la conciencia pura o absoluta que por su esencia dan sentido y comprueban la validez de todo sentido justamente en determinada forma y no en otra.

La gracia de lo dicho ut supra por Husserl responde a que, en virtud del método fenomenológico, y de la epojé, tanto mi realidad como mi mundo serán desconectados o puestos entre paréntesis, porque es preciso que toda vivencia y toda experiencia sea escrutada, revisada, validada y, en definitiva, sometida a revisión. Porque de esa forma se valida la experiencia; lo importante en la fenomenología, es que esas vivencias que serán conciencia pura, hayan sido experimentadas y no las entendamos como reales sin una verdadera experiencia.

Por eso es que Russerl dice que concibo su mundo circundante y el mío como siendo objetivamente un mismo mundo, del que todos nosotros nos limitamos a tener conciencia de diverso modo. Cada uno tiene su lugar desde donde ve las cosas que están ahí delante, y por eso se le presentan a cada uno las cosas de diversa manera. Una vez establecida y comprobada la vivencia, puede decirse que tuve una verdadera experiencia y como unidad de sentido, es real.

Jonás E. Aponte A.


Referencias bibliográficas:


  • Ferreter M., José, Diccionario Filosófico de Bolsillo I, compilado por Priscilla Cohn, Alianza Editorial, Madrid, 2006.

  • Husserl, Edmund, Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, Traducción de José Gaos, Fondo de Cultura Económica, México, 1962, p. 72.

  • Ferreter M., José, Diccionario Filosófico de Bolsillo I, op. cit.

  • Marías, Julián, Historia de la filosofía, Alianza Editorial, Madrid, 2005, p. 398-399.



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