En Venezuela impera un sistema de planificación centralizada. Esto significa, en la praxis, que la gran mayoría de las actividades que bien podrían ser llevadas a cabo por los particulares, están bajo tutela del Estado. En pocas palabras: el Estado es el que te dice qué hacer y cómo hacerlo.
Entre estas actividades, por supuesto, se encuentra la educación. Es el Estado el que decide bajo qué términos y condiciones debe ser prestado este servicio esencial, creando un pensum único y universal para todos los estudiantes. A primera vista esto parece una gran idea; es decir, un sistema donde no se deja a nadie fuera y todos tienen las mismas oportunidades. Luce razonable y altruista.
¿Qué pasa si invertimos ese razonamiento? O sea: que deje de ser el Estado el que regule el sistema educativo y pasen a ser los individuos los que tomen la batuta en esta área. ¿Dejaríamos de tener, todos nosotros, la supuesta igualdad de oportunidades que teníamos bajo el sistema centralizado?
Planificación centralizada (arriba abajo) vs planificación descentralizada (abajo arriba)
Los estudiosos de las ciencias naturales sugieren que la vida es producto de un orden espontáneo no planificado, un proceso de abajo arriba. Es decir, la vida no es producto de un diseñador inteligente artificial, (Richard Dawkins, 1986; Daniel Dennett, 2007). Entonces, punto para ese proceso de abajo arriba,nada más y nada menos que la vida, nosotros, somos el producto de este proceso espontáneo no planificado. ¿Pero esto significa que el hombre no pueda o no deba crear un sistema educativo funcional? La respuesta a esta pregunta es crucial. Hacia ella vamos aquí.
Otro punto en contra del diseño inteligente artificial es la competencia hostil que se produce en la propia naturaleza. El biólogo evolutivo Richard Dawkins utiliza el ejemplo de los árboles, los cuales en el momento en que logran atrapar los fotones provenientes del sol, tienen que decidir qué hacer con esta energía. Estas decisiones se ven guiadas por su medio ambiente. Así, un árbol solitario en un jardín no tiene que desarrollar un tronco muy largo ya que no compite con ningún otro árbol por la captación de fotones. Mientras que si nos vamos a un bosque encontraremos que todos son árboles de troncos muy largos que precisamente los mantienen en esa carrera armamentística por la supervivencia y captación de energía (Richard Dawkins, 2009).
En resumen, en una economía planificada o diseñada no existirían árboles muy altos ya que estos son un desperdicio. Es decir, esos grandes troncos consumen mucha energía, lo que equivale a una apropiación de recursos por unos pocos individuos. Pero la naturaleza no está guiada por un diseñador inteligente o un planificador. Los árboles, las plantas, los animales, etc., compiten por la energía libre disponible y la aprovechan de la mejor manera posible, lo que genera individuos de excelencia cada vez mayor. Estas leyes de la naturaleza, que aplican para el ámbito humano, pueden ser replicadas, si se les permitiese actuar sin cortapisas, por personas participantes en un sistema educativo libre: solo serían las mismas personas, cada individuo, quienes pueden tener un conocimiento puntual de sus situaciones y, al ser su tiempo y su dinero los recursos (energía) en juego, tendrán los incentivos necesarios para utilizarlos de la mejor manera posible, lo que redundaría en individuos cada vez mejor educados y desarrollados en general.
Otro pensador que nos puede ser de gran ayuda en esta búsqueda de una teoría de modelo educativo estable es Steven A. Pinker. En su libro La tabla rasa (2002), sugiere que no todo nuestro comportamiento y aptitudes provienen de afuera o, mejor dicho, nuestra forma de ser no está condicionada solo por la cultura, ya que todas las personas nacen con determinadas características, aptitudes o temperamentos. ¿Por qué nos resulta importante este hecho científico en la búsqueda de un modelo educativo mejor que el de la planificación centralizada? Precisamente porque este modelo de planificación centralizada, como dijimos al inicio, trata a todos los individuos por igual, sin tener en cuenta sus habilidades, gustos y criterios específicos. No somos iguales, no pueden enseñarnos a todos lo mismo esperando que salgamos con los mismos conocimientos. Esto nos lleva, nada más y nada menos, que al tema crucial la diversidad. No somos tablas rasas donde se puede escribir lo que el planificador central cree correcto, somos individuos únicos e irrepetibles.
El punto anterior puede ser reforzado por los aportes de Jonathan Haidt y Bryan Caplan. Haidt es psicólogo social y en su libro La mente de los justos (2012), sugiere que la moral funciona como las papilas gustativas. Puede verse como una cuestión próxima a los “gustos personales”. Siendo así, la moral personal en muchos casos puede cegar, haciéndonos tomar por bueno todo aquello que creemos que es correcto y desechar todo aquello que no nos parece o que no se acopla a nuestros principios morales. Por su parte Bryan Caplan en su obra El mito del votante racional (2007), nos habla de esos sesgos cognitivos que tenemos las personas, estrechando nuestra forma de ver las cosas y llevándonos por caminos errados o juicios inexactos. Visto pues que este tipo de percepciones subjetivas son muy comunes y generalizadas ¿Cómo pueden unas pocas personas, burócratas en una oficina, decidir y determinar acertadamente qué es lo adecuado para ser enseñado en todas y cada una de las aulas de clase?
Es mucha la bibliografía que podríamos citar para desmontar aún más el modelo de planificación centralizada, sobre todo bibliografía en materia económica: Thomas Sowell, Friedrich Hayek, Ludwig von Mises, Murray Rothbard (por nombrar solo algunos) no tienen empacho en subrayar la ineficiencia de la planificación centralizada. Pero citemos a un autor que sin ser precisamente economista terminó escribiendo un tratado de economía al estilo de la Escuela Austríaca en esta área clave de la educación.
Se trata de James Tooley, autor de El Bello Árbol (2009). El descubrimiento de Tooley fue básicamente el siguiente: los pobres se están educando a sí mismos porque la educación pública es una mala opción, resulta ser más costosa de lo que parece y es ineficiente a la hora de educar a los niños. Esta investigación fue llevada a cabo en los barrios más pobres de los países más pobres del mundo. Y, a pesar de la pobreza, los padres de los niños están haciendo un esfuerzo enorme por enviar a sus hijos a escuelas privadas de bajo costo porque en esos lugares sus hijos aprenden más. Sin duda alguna, un claro ejemplo de acción humana tomando decisiones de abajo-arriba y acertando individualmente con el camino más eficiente.
Propuesta y respuestas
Nuestra propuesta es sencilla. Queremos invertir ese razonamiento que establece que el sistema educativo centralizado es una panacea. Ya pudimos ver, con ayuda de diversos autores, que lo planificado o diseñado no siempre redunda en algo eficiente y casi siempre va a contrapelo del orden natural, obstaculizando la acción de los individuos. De hecho, como dice Daniel Dennett “toda la comprensión y la genialidad de estemundo surge, en último término, de competencia sin comprensión, que se va combinando a lo largo del tiempo y forma sistemas cada vez más competentes”. Y que sean los individuos los que, a través del ensayo y error, puedan establecer un modelo educativo más competente y que cumpla con las demandas del mercado. Un modelo creado de abajo arriba.
Esto nos lleva a responder la pregunta inicial: ¿significa que el hombre no puede crear un sistema educativo funcional? La respuesta es que sí puede. Pero no es algo sencillo, no es algo que se pueda dar de la noche a la mañana. Se necesita del ensayo y error. De esa forma se podrán tomar e imitar todas aquellas prácticas que resultaron en algo positivo y se desecharán todas aquellas que no lo fueron. Esto se parece, y mucho, a la teoría de la selección natural propuesta por Darwin. De hecho, para reforzar un poco más este argumento podemos basarnos en el libro del antropólogo Robert Boyd Un Animal Diferente (2017). Obra en la cual nos habla de todas esas buenas prácticas que poco a poco se fueron transformando en conocimiento cultural. De hecho, ya que hablamos de cultura, tenemos otra cita de Daniel Dennett que nos puede ayudar a esclarecer aún más el tema: “A medida que la cultura humana evolucionaba, se alimentaba de los frutos de su propia evolución y aumentaba sus poderes de diseño usando la información de maneras cada vez más potentes”. (Daniel Dennett, 2017). Pero es obvio que este método natural de ensayo y error y ese uso potente de la información no es una opción disponible en un sistema educativo centralizado, ya que allí toda la enseñanza viene empaquetada, y todo se da por bueno y acertado de antemano. De hecho, todo en el mundo evoluciona permanentemente, mientras que el sistema público de enseñanza tiende a permanecer estático.
¿Dejaríamos de tener la misma igualdad de oportunidades existentes bajo el sistema centralizado? La respuesta es no. Por el contrario, terminaríamos todos beneficiados de la gran diversidad que se presentaría en las distintas entidades educativas, con libertad de optar por el modelo que más se amolde a nuestras necesidades, características, gustos y aptitudes. Así, si mis intereses se inclinan hacía las artes, por ejemplo, puedo ir a un lugar, creado y dirigido por un particular, sin intervención estatal, donde las artes sean la prioridad. Lo mismo aplicaría para aquellas personas que se interesan por las ciencias, los deportes, la música, los idiomas, las matemáticas, etc.
Cierro con una imagen donde se puede observar con mayor claridad el problema crucial del sistema educativo centralizado, más allá de las malas gestiones y del despilfarro de recursos que lo caracteriza: intentan enseñar a todos por igual sin tener en cuenta que no somos iguales.
Yorumlar