La semana pasada cambié mi foto de perfil en Twitter e Instagram. Puse una de cuando fui por primera vez a Montalbán, en Carabobo. Quité otra de cuando presenté los resultados de la investigación sobre la realidad educativa del caraqueñísmo Petare, el pasado 2 de mayo. Casi siete meses y 235 kilómetros entre una y otra.
Una, pequeña ciudad sobre un valle alto, en las montañas de la cordillera de la costa donde vivieron los indios Jiraharas y donde sevillanos y canarios se asentaron en el siglo VXI. Su población se estima en unos 26 mil habitantes, mermada por un éxodo que los mismos montalbaneros llaman bíblico.
La otra, de ser hace un siglo una población rural al este de Caracas, con haciendas de cacao, ríos cristalinos y uno de los preferidos paseos de campo de los capitalinos, es hoy una barriada caótica donde sobreviven alrededor de medio millón de personas en pobreza extrema. Se le describe como el barrio más populoso y violento de Latinoamérica.
En automóvil se unen luego de 3 horas de autopistas, carreteras y vías secundarias. Montalbán sigue una forma de vida apegada al campo. Petare, en cambio, es un hervidero de gente, trepidante, un brazo al este de una ciudad avasallante.
Se mueven a velocidades distintas. Pero ambas poblaciones sufren, por igual, la destrucción económica creada por el socialismo bolivariano. El hambre, el sufrimiento, la desolación, la pobreza en sus habitantes, la injusticia, la humillación constante, los inexistentes o pésimos servicios públicos. En eso el parecido es desquiciante.
De Montalbán y Petare tengo dos fotografías recientes, nítidas, de cómo se están educando los niños y jóvenes de entre 6 y 16 años.
En el transcurso de algo más de un año al frente del equipo de investigación de Un Estado de Derecho (UeD) y con la tutoría del profesor emérito de la Universidad Simón Bolívar (USB), Klaus Jaffe, hemos presentado los resultados de dos estudios de campo, empíricos, científicos, sobre el derecho humano a la educación.
Los planteles educativos están en ruinas, aquejados por fallas docentes. Y casi es mejor que sea así: como en todo el país lo que enseñarían, si funcionasen, sería un mismo contenido oficial malformador, un manual de adoctrinamiento. Una retahíla de ideas organizadas para formar una masa acrítica, manipulable. Todo lo opuesto a contenidos útiles para la superación, la productividad, la realización personal de los niños y jóvenes.
Padecen en fin, los problemas de todo el sistema educativo nacional, centralizado, monopolístico. La quiebra del modelo de educación venezolano está a la vista y ha sido documentada detalladamente. No hay en ningún rincón del país un proceso educativo de calidad, solo una simulación, una farsa, más bien una estafa.
Pero hemos encontrado, porque buscamos, otra similitud. Una que me da esperanza y fuerzas. Una que tiene toda la potencialidad de crecer. Está emergiendo una alternativa que llamará la atención a la gente de bien en este país, que nos unirá en contra de la opresión y el atraso.
Tanto en Petare como en Montalbán las personas han buscado alternativas y generado soluciones entre ellas para que los niños y jóvenes aprendan. En ambas comunidades, aún en tal estado de abandono y pobreza, documentamos que un grupo de familias y educadores han dejado de esperar que el gobierno cumpla su “obligación” y, decididamente, han procurado educarse por sus propios medios y mediante acuerdos libres.
Del mismo modo que ha ocurrido en otros países muy pobres en el mundo, donde las deficiencias de la educación en manos de los gobiernos son palmarias, en estas dos zonas de Venezuela las personas han empezado a educarse por sí mismas. Ha brotado un orden espontáneo educativo privado, alternativo, accesible, de muy bajo costo, y de mejor calidad.
Hay algunos patrones visibles en la educación que se están procurando las familias petareñas y montalbaneras. Estamos frente a un fenómeno virtuoso, un proceso que aunque está en sus primeras etapas, con el trabajo de toda la gente decente de este país, podemos fortalecerlo. Tengo evidencias de que está ocurriendo en otras ciudades del país. Y tengo la ilusión de que pueda extenderse aún más.
No soy de los que espera que otros hagan el trabajo por mí, mucho menos de los que aún confía en políticos, mesías y salvadores. Por eso he empezado ya, acompañado por un grupo cada vez mayor de gente valiosa y resuelta.
Los invito a conocer las investigaciones sobre la realidad educativa en Petare y en Montalbán de Carabobo. También los animo a que sigan las acciones de sinergia social educativa iniciadas por esta red de amigos soñadores que es Un estado de Derecho (UeD).
¿No estamos todos de acuerdo en que la educación de los niños y jóvenes define el futuro de un país? ¿Podremos los venezolanos, con nuevas ideas, guiados por este modelo que está surgiendo espontáneamente, de abajo hacia arriba, transformar la trágica realidad educativa actual? ¿Será posible cambiar, en poco tiempo, también, esas fotos?
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