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Libertad para elegir

“No existe ningún medio para obtener el pleno empleo, el aumento de salarios y un alto nivel de vida para el hombre común, que no sea la iniciativa privada y la empresa libre” Ludwig von Mises

Resulta necesario que el Estado abandone la visión paternalista propia del Estado Social y la supuesta garantía de la procura existencial que es -realmente- un instrumento de control, por lo que más bien debería concentrar su esfuerzo en garantizar que sus instituciones aseguren una real seguridad jurídica y, especialmente, que sean los ciudadanos quienes por sí mismos determinen su proyecto de vida libremente.

La división del Poder y el Estado de Derecho deben comprender la necesaria separación entre poder político y económico para evitar -como consecuencia- el absolutismo económico que caracteriza a los despotismos, lo cual solo es posible a través del respeto irrestricto de la propiedad privada. A su vez, tal división debe ser un instrumento de garantía de una verdadera democracia republicana, ya que esa separación debe estar dirigida a que el Poder Público sea controlado y balanceado (checking and balance).

No resulta baladí señalar que actualmente los regímenes totalitarios no suprimen formalmente la libertad o la propiedad privada, pero la mejor forma de aniquilar ambos derechos es limitando excesivamente la libertad económica o a través de la expropiación como mecanismo para no permitir el desarrollo de las libertades individuales. La propiedad privada es el pilar fundamental de un sistema de economía de mercado: sin propiedad no hay libertad.

Así, la libertad de empresa es un derecho económico individual que tiene todo ciudadano para escoger, sin restricciones, la actividad comercial que más convenga a sus intereses, siendo su núcleo esencial la autonomía y sus atributos son la libertad para entrar, permanecer o salir del mercado que sea de la preferencia de cualquier actor.

La libertad económica implica que se puedan ejercer los distintos atributos del derecho de propiedad del que se es titular, se trata de la faz estática y dinámica del mismo fenómeno jurídico de adquisición, uso, goce y disposición de los derechos de propiedad que detenta una persona, ya que carece de sentido ser titular de ese derecho sin poder ejercer sus facultades. La propiedad privada y la libertad de empresa son inherentes entre sí, puesto que la libertad solo se puede alcanzar si se utiliza la propiedad privada o se transforma para que, con el ingenio y el esfuerzo, se pueda llevar a cabo la actividad lucrativa de nuestra preferencia.

El libre mercado no exige que el Estado actúe como agente económico, pues se basa en la ley de la oferta y la demanda que regulan por sí solos el mercado. Por ello, los individuos se benefician y desarrollan junto a la sociedad si el Estado se abstiene de participar en él. El mercado libre y el crecimiento económico en realidad supone un Estado limitado, mínimo y que no interfiera en la función empresarial que entraña el proceso de prueba y error para alcanzar la mayor eficiencia en un ambiente competitivo.

La forma clásica, iliberal, en que el Estado actúa e interviene en la economía puede ser de manera indirecta a través de órdenes, regulaciones y subvenciones o bien directamente realizando una determinada actividad económica haciendo uso de su conglomerado de empresas, generalmente, prestando servicios públicos de manera ineficiente y sin competitividad. En este último caso se reserva la actividad para ser el único agente e impidiendo y prohibiendo que los particulares ejerzan su libertad en esa área, salvo que medie una concesión y siempre bajo la supervisión administrativa.

Concretamente, esa intervención del Estado en la economía impide un libre intercambio de bienes y servicios bajo un régimen de libre mercado y cooperación humana, en el que la iniciativa privada actúa de manera más eficiente e idónea para atender toda la información dispersa respecto a los gustos y posibilidades de las personas, lo que en definitiva les dará libertad para elegir.

La libertad para elegir entraña el poder del consumidor para que el mercado se desenvuelva de determinada manera, tienen en cierta forma una enorme influencia y corresponde al empresario atender las diversas demandas. Ello a su vez significa que, al aumentar la producción, necesariamente, aumentarán los salarios y la capacidad del trabajador de ahorrar para satisfacer sus gustos y preferencias, de manera que se trata de una situación ideal.

En definitiva, esa intervención del Estado en la actividad económica hace que resulte imposible que se obtenga la información que se deriva de los intercambios propios del mercado y poder determinar libremente qué y cómo producir, lo que conlleva a la escasez, a la distorsión del sistema de precios e impide, a su vez, la libertad para elegir. Debe abogarse -en toda circunstancia- que las personas cooperen unas con otras, de manera que la actividad empresarial funcione libremente para satisfacer los gustos y preferencias de todos los individuos.

Carlos Reverón Boulton



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