“¡Mamá, Papá! Cuando sea grande quiero ser astronauta” Cuando somos pequeños y no reprimimos nuestra capacidad imaginativa, nuestra inventiva, los colores chillones, como hacemos ya de adultos, les decimos a nuestros padres que iremos a la luna, apagaremos fuegos, tendremos un circo. Confiésalo. Yo lo hacía. Ya a los 5 años empezamos la escuela. No estuvimos encerrados y aislados los años anteriores. Nuestros amigos eran de por ahí, muy diversos, interesantes. Pero a los 5, más o menos, empezamos el preescolar. Pues, todos tenemos recuerdos entrañables, o vergonzosos, de nuestros primeros pasos por la escuela. Pero si lo vemos en retrospectiva, con objetividad ¿Qué debemos pensar? El sistema educativo es ese camino que todos obligatoriamente debemos transitar y que tiene por objetivo “formar” a los ciudadanos del mañana y desarrollar sus intereses, es aquí donde una complicidad entre padres -en muchos casos inocentes- y profesores empieza a gestarse, situación que lleva a ir perdiendo los sueños, ilusiones e intereses, pues son contrarios al plan establecido por la autoridad central y empieza un camino difícil para los niños, muchos -como el caso de quien escribe- se ven contrariados con la frase “hazle caso a tu profesor, él tiene las respuestas correctas” pues muchos niños que han tenido desde sus casas inculcado el hábito de la lectura encuentran errores expresados por aquellos quienes se supone tienen todas las respuestas. De esta manera empieza a morir la crítica o el pensamiento crítico en palabras más exactas, pues la maestra dice con seguridad arrogante “Cristóbal Colón fue el primero en llegar a América” y pobre el destino del alumno que se atreva a preguntar por los Vikingos que se demostró que llegaron al norte de la actual Canadá 400 años antes que el genovés. Los alumnos empiezan a perder el interés, en consecuencia, a investigar e ir más allá de lo impartido en las aulas, se empieza repetir información -muchas veces errónea- en los exámenes para cumplir con los estándares de un sistema educativo impuesto, que ata a los profesores en muchos casos de cualquier iniciativa distinta a la planificada por la autoridad estatal. Así es como mueren las ilusiones del pequeño astronauta y se encamina a ser parte del sistema, de una persona servil a los intereses del Estado expresado a través de un pensum común para toda la educación, porque inclusive en la mal llamada educación privada, siguen el programa oficial ordenado desde las autoridades centrales de educación, limitando la capacidad de las escuelas de seguir lo que ellos como institución consideren necesario y mejor aún en acuerdo con los padres y representantes, es esto más que pagar por el servicio, es lo que constituye una verdadera escuela privada. Los sueños del joven astronauta se ven aún más frustrados, cuando empieza a andar por la secundaria y su ilusión se vuelve lejana, empieza otro camino de sesgos por parte del profesorado y mucha más imposición estatal pues habrá oído decir “al Estado no le interesan astronautas, al Estado le interesan médicos. Se deben preparar para cumplir con lo que el país necesita”. Con los sueños lejos, la mente se fija en otras metas y piensa en cómo hacer un negocio propio, cómo emprender y entender el sistema financiero dándose de bruces con la realidad, el sistema educativo aniquila la creatividad y la innovación donde no se ve nada referente a cómo funciona una empresa, pero se aprende de memoria porque de lo contrario corre el riesgo de aplazar, la tabla periódica y las fórmulas para calcular la velocidad en caída libre. ¿No es la escuela el lugar a donde van jóvenes a formarse para sí mismos? O por el contrario es un lugar donde el Estado docente se hace presente y comienza el adoctrinamiento para hacer ingeniería social y corromper las mentes de los más chicos haciendo pequeño el margen de error de aquellos que se atreven a pensar fuera de la caja. ¿Es el Estado quien debe decidir lo que es bueno para los niños? O son los padres y representantes, además de los propios niños y jóvenes quienes determinan lo que es bueno para ellos labrar su camino de aprendizaje para conquistar aquello que todo ser humano desea: la felicidad. Pues la educación estatizada es lo que menos procura, creando un gran volumen de personas infelices que perdieron sus sueños y se percataron ya muy tarde de ello. Por el astronauta que quisimos ser, por aquellos que quieren serlo y quién sabe aquellos que podamos tener en casa, nuestra labor es repensar el sistema educativo y crear alternativas mucho más libres, donde el Estado no tenga intervención alguna o más bien poca y sea el libre intercambio de voluntades el que determine lo que los niños estudien, pues el cerebro humano no es un tabla rasa y en consecuencia no todos tienen las mismas habilidades y este factor tan determinante sólo prevalecerá en libertad. José Gregorio Contreras Abogado Investigador en Un estado de Derecho Alumni Fundación Para el Progreso - Chile Alumni Cato Institute - Estados Unidos
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